Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dio unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.

Herman Hesse ("Demian")

miércoles, 3 de julio de 2013

El nido de la serpiente

Memorias del hijo del heladero

 

"  -Nosotros éramos un misterio para ellas. Lo mejor que hay para conquistar a una mujer es la intriga, el misterio. A las mujeres les gustan los hombres desconocidos.
    -¿Tú crees?
    -Está comprobado científicamente. Las mujeres maduran antes que nosotros y son más astutas. Además, son muy pragmáticas y no se enamoran. Se apasionan un poquito. El único truco para controlarlas es inventar un misterio, para que se ocupen de la investigación. ¿Quién es ese tipo? ¿De dónde salió? ¿Qué quiere conmigo? Y por ahí. Que se pregunten muchas cosas. La mujer es curiosa por naturaleza. Y si además te la tiemplas bien, pues ya. Eres el ídolo preferido.
    -¿Y después? ¿Cuando pasa el tiempo?
   -Ah, te jodiste. Ya tiene todas las respuestas al misterio y sabe que eres un hombrecito más. Común y corriente. Lleno de problemas y defectos. Se rompe el embrujo.
   -Es fácil.
   -Por eso los matrimonios no funcionan. Son un negocio. El matrimonio lo inventó un comerciante. Lo que funciona es el misterio, Pedrito, el misterio. Vivir el novelón romántico. Descubrirse uno al otro. Y después se acaba porque ninguna novela es eterna. Después del misterio hay un gran desierto. Rutina, aburrimiento. Carga pesada.
   -Pero a la mujer le gusta el matrimonio.
   -No le gusta pero lo soportan porque les conviene. Son sedentarias. Nosotros somos cazadores. Tenemos que ir de un valle al otro atrás de los mamuts.

Bebimos en silencio un rato. Asimilé lo que me había dicho.
   -Por eso eres marinero, Gustavo. No crees en el matrimonio.
   -No creo en nada. Los seres humanos somos caníbales. El dolor nace con uno y te acompaña siempre.
Para mí era demasiado abstracto.
   -¿Qué dolor, Gustavo?
  -Todavía eres joven. Ya sabrás cuando te pasan los años. Lo que te quiero decir es que somos seres individuales. No creas jamás en ningún tipo de organización y de grupos. Ni siquiera en la familia. Todo es mentira. Siempre hay alguien atrás para controlar a su favor.
   -Eres como un lobo.
   -Dentro de mí vive un tigre. Y es difícil mantenerlo bajo control.

Después de aquella tarde no nos vimos más. Se fue sin despedirse. Ya tenía cuarenta y pico de años. Pienso que murió en New York, en algún asilo, o quizás en la calle, en una covacha miserable. Sucio, borracho, solo. Absolutamente solo y sonriente. Lo recuerdo como un iluminado que se abastecía de sí mismo. Es mejor pensar eso y no creer que fue un fracasado más. Quiero recordarlo siempre en ese instante perpetuo, ínfimo, que separa a un espíritu luminoso y solitario de un espectro de las tinieblas.
Es muy difícil encontrar el camino sin un maestro. Cada día se nos pone más difícil la vida porque no hay maestros. Embusteros sí. Ésos abundan."

Pedro Juan Gutiérrez

6 comentarios:

Novicia Dalila dijo...

Me ha gustado mucho Parce.
Yo conozco a un tipo como ese. Y aún vive. Es mayor. Creo que las experiencias vitales a algunos les hace más sabios. A otros no.
Maestro... No. No quiero más. Prefiero poder elegir por mi cuenta qué ejemplo seguir o como si no quiero seguir ninguno. Maestros temporales, pasajeros, puntualmente "útiles" y que no me obliguen a una fidelidad o una admiración o veneración constante y a perpetuidad.
Me he ido del tema, lo sé, pero es que hay cosas en mi vida que me cuesta sacurdírmelas de encima y a veces lo que leo o lo que oigo me hacen regresar a entonces...

Un beso, parceringuis. Y muchas gracias por mantener el latido de este blog.

Anónimo dijo...

El único mensaje válido es el que lleva cada uno en su interior. Un maestro es alguien que te ayuda a encontrar ese mensaje interno, puede ser un amigo, un enemigo, un encuentro casual, una vivencia, un amor. "Cuando el alumno está listo, el maestro aparece".
Saludos

Annie dijo...

Parce y eso que a ese "Maestro" al que te refieres ya le tenemos apodo, para reírnos de él una jartá, como dices vos jajajajajaja

Los maestros son imprescindibles en la vida, siempre hay alguno al que le debemos nuestro aprendizaje en mayor o menor medida, cada quien hace su propia valoración.

Gracias a ti por haber creado este espacio del que por ahora sólo yo me aprovecho...

Un besazo parceringuis y mi cariño por siempre

Annie dijo...

Alejandro bienvenido y gracias por dejar tu comentario.

"Cuando el alumno está listo, el maestro aparece". Tienes mucha razón, ese es el momento clave para iniciar el aprendizaje.

Observo que tanto tú como mi parce se decantaron por las líneas finales del texto, donde el autor recuerda a Gustavo como su maestro, pero he de precisar que no había reparado en ello. Lo que me llamó la atención del texto es lo que hace referencia a que a nosotras las mujeres nos atrae el misterio, la intriga, eso de que nos gustan los hombres desconocidos...

Un beso

Félix Amador dijo...

Fabuloso. Leí hace tiempo su "Trilogía Sucia de La Habana" y me encantó el realismo con que este autor se muestra a sí mismo y a Cuba y a la madre que lo parió.

Annie dijo...

Félix bienvenido y gracias por dejar tu comentario.

La "Trilogía Sucia de La Habana" es una de las mejores obras de Pedro Juan Gutiérrez, coincidimos plenamente.

Un beso