Y me contó la historia de un muchacho enamorado de una estrella. Adoraba a su estrella junto al mar, tendía sus brazos hacia ella, soñaba con ella y le dirigía todos sus pensamientos. Pero sabía o creía saber, que una estrella no podría ser abrazada por un ser humano. Creía que su destino era amar a una estrella sin esperanza; y sobre esta idea construyó todo un poema vital de renuncia y de sufrimiento silencioso y fiel que habría de purificarle y perfeccionarle. Todos sus sueños se concentraban en la estrella. Una noche estaba de nuevo junto al mar, sobre un acantilado, contemplando la estrella y ardiendo de amor hacia ella. En el momento de mayor pasión dio unos pasos hacia adelante y se lanzó al vacío, a su encuentro. Pero en el instante de tirarse pensó que era imposible y cayó a la playa destrozado. No había sabido amar. Si en el momento de lanzarse hubiera tenido la fuerza de creer firmemente en la realización de su amor, hubiese volado hacia arriba a reunirse con su estrella.

Herman Hesse ("Demian")

sábado, 13 de julio de 2013

Los hombres que no amaban a las mujeres


"Bjurman volvió al otro lado de la mesa y se sentó en su cómodo sillón de cuero.


-No puedo asignarte dinero así como así -dijo de repente-. ¿Por qué necesitas un ordenador tan caro? Hay aparatos considerablemente más baratos que puedes usar para tus juegos de ordenador.


-Quiero poder disponer de mi propio dinero como antes.


El abogado Bjurman la miró con lástima.


-Ya veremos. Primero debes aprender a ser sociable y a relacionarte con la gente.


Posiblemente la sonrisa del abogado Bjurman se habría esfumado si hubiera podido leer los pensamientos que Lisbeth Salander ocultaba tras sus inexpresivos ojos.


-Creo que tú y yo vamos a ser buenos amigos -dijo Bjurman-. Tenemos que confiar el uno en el otro.


Como ella no contestaba, puntualizó:


-Ya eres toda una mujer, Lisbeth.


Ella asintió con la cabeza.


-Ven aquí- dijo, tendiéndole la mano.


Durante unos segundos Lisbeth Salander fijó la mirada en el abrecartas antes de levantarse y acercarse a él.
Consecuencias. Bjurman cogió su mano y la apretó contra su entrepierna. Ella pudo sentir su sexo a través de los oscuros pantalones de tergal.


-Si tú eres buena conmigo, yo seré bueno contigo- dijo.


Lisbeth estaba tiesa como un palo cuando el abogado le puso la otra mano alrededor de la nuca y la forzó a arrodillarse con la cara delante de su entrepierna.


-No es la primera vez que haces esto, ¿a que no?- dijo al abrir la bragueta. Olía como si acabara de lavarse con agua y jabón.


Lisbeth Salander apartó su cara e intentó levantarse pero él la tenía bien agarrada. En cuestión de fuerza no tenía nada que hacer; pesaba poco más de cuarenta kilos, y él noventa y cinco. Bjurman le agarró la cabeza con las dos manos y le levantó la cara; sus miradas se cruzaron.


-Si tú eres buena conmigo, yo seré bueno contigo -repitió-. Si te me pones brava, puedo meterte en un manicomio para el resto de tu vida. ¿Te gustaría eso?


Ella no contestó.


-¿Te gustaría? -insistió.


Lisbeth negó con la cabeza.

Esperó hasta que ella bajó la mirada; cosa que interpretó como sumisión. Luego se aproximó más. Lisbeth Salander abrió los labios y se lo introdujo en la boca. Bjurman la mantuvo todo el tiempo cogida por la nuca apretándola violentamente contra él. Durante los diez minutos que estuvo moviéndose, entrando y saliendo, ella no paró de sufrir arcadas; cuando por fin se corrió, la tenía tan fuertemente agarrada que apenas podía respirar.


Le dejó usar un pequeño lavabo que tenía en su despacho. A Lisbeth Salander le temblaba todo el cuerpo mientras se lavaba la cara e intentaba quitarse la mancha del jersey. Tragó un poco de pasta de dientes para intentar eliminar el mal sabor. Cuando volvió a salir a su despacho, él estaba sentado impasible tras su mesa hojeando sus papeles.


-Siéntate Lisbeth- le ordenó sin mirarla.


Ella se sentó. Finalmente Bjurman alzó la mirada y le sonrió.


-Ya eres adulta, Lisbeth, ¿verdad?


Ella asintió.


-Entonces, debes aprender los juegos de los adultos- dijo.


Empleó un tono de voz como si le estuviera hablando a un niño. Ella no contestó. Una pequeña arruga apareció en su frente.


-No creo que sea una buena idea que le cuentes nuestros juegos a nadie. Piensa: ¿quién te creería? En tu informe se hace constar que no estás en pleno uso de tus facultades.


Al no contestar ella, prosiguió:


-Sería tu palabra contra la mía. ¿Cuál crees tú que tendría más valor?


Como ella seguía sin contestar, suspiró. De repente le irritó que no hiciera más que callar y contemplarle, pero se controló.


-Tú y yo vamos a ser buenos amigos -dijo-. Creo que has hecho bien en acudir hoy a mí. Puedes venir a verme siempre que quieras.


-Necesito diez mil coronas para mi ordenador- le soltó ella en voz baja, como si retomara la conversación que estaban manteniendo antes de la interrupción.

El abogado Bjurman arqueó las cejas. Dura de pelar la tía. Joder, parece totalmente retrasada. Le extendió el cheque que había firmado cuando ella estaba en el baño. <<Es mejor que una puta; a ésta le pago con su propio dinero.>> Una sonrisa de superioridad se dibujó en sus labios. Lisbeth Salander cogió el cheque y se marchó".

Stieg Larsson

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